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jueves, 28 de octubre de 2010

En paralelo

Vivían en un pueblecito con aspiraciones a ciudad. Allí, con una simple mirada se podía conocer a cuantas personas lo habitaban. Sin embargo, extraños mecanismos naturales hacían que las vidas de algunos de sus moradores no se cruzaran.
Así transcurría la existencia en aquel lugar un tanto extravagante. A pesar de coincidir en época y lugar, sus círculos no eran concéntricos. Ella cabalgaba en sus ratos libres, él profesor de equitación. Ella guarda forestal, él acostumbraba a dar largos paseos por los montes. Ella amante de la pintura, él poseía la única galería de arte del lugar. Ella, desde la playa pasaba las noches contemplando los cielos estrellados, él con su telescopio los estudiaba en su azotea. Tal parecía que la vida los hubiera colocado cerca predestinándolos a conocerse, sin embargo sus círculos eran como el número 11. Caminaban en paralelo.

jueves, 21 de octubre de 2010

Harto de que le dijeran "Todo está inventado" cogió su teletransportador molecular y se cambió de planeta.

lunes, 18 de octubre de 2010

¡Ave María Purísima!
¡Dios mío!
¡Madre del Verbo!
¡Ay Virgencita!
¡Madre del Amor Hermoso!
Tras asistir un año a clases se dio cuenta de que se había vuelto religiosa. Así "funcionaba" el sistema educativo...

domingo, 17 de octubre de 2010

Entre mis brazos

      Cuanta ternura en tu gesto. Cuanta paz en tu rostro. Tus respiraciones lentas exhalan dulzura.

       Hoy hice contigo lo que mi padre comigo años atrás. Aquello que tanto me gustaba y que casi había olvidado. Hoy te tomé entre mis brazos y te llevé a la cama mientras viajabas absorta en tus sueños. No pude sujetar este recuerdo que ahora brota envolviendo mi alma.

      Chiquitita, espero que me recuerdes cuando arropes a tu hijo. De ese modo le harás heredero de cuantas veces otros lo hicieron.

viernes, 15 de octubre de 2010

Una foto tuya

        Hoy una foto tuya saltó sin permiso ante mis ojos. Allí buscó, infiltrándose entre mis recuerdos, aquellos que compartimos. Es la culpable de esta madeja de astillas punzantes que se enreda entre mi pecho y estómago.
          Hoy me di cuenta de que te extraño.

jueves, 14 de octubre de 2010



Pobrecito, dijeron. Una carcajada resonó entre las maderas del ataúd.

Cada noche, cuando regresaba, se encerraba a solas a escribirse a sí misma.

Ángela


¿Qué ocurría cuando se deslizaba entre las gentes? ¿Cuál era el motivo para que su sola presencia lo llenara todo con aquella luz celestial? ¿Qué parte entre su boca y estómago engendraba su voz? Sus abrazos esponjosos como las nubes y su mirada directa al alma, la habían delatado en más de una ocasión.
Entonces, cuando no podía ocultarlo por más tiempo, escapaba volando en busca de otro lugar donde seguir provocando el silencio a su paso.

miércoles, 13 de octubre de 2010

África


Cuando se alejaban, algo en su interior se desvanecía. Cada reencuentro era como volver a conocerse. Trataba de evocar las partes de su fisionomía que la ayudaran a reconocerle. Lo miraba  fijamente, tomándose el tiempo necesario para ir más allá de sus pupilas, viajando a su interior. Se esforzaba por rememorar su olor, por tocar cada milímetro de su piel, como explorando por primera vez su cuerpo, porque para ella, siempre era la primera.

Tras aquel viaje, nada había cambiado. La encontró de pie, serena, con su piel dorada como las arenas de África, envuelta en un vestido tan largo como sus piernas, pero tan lejos de allí como lo había estado él hasta ese momento.

Como siempre, él respetaba este rito. Le daba su tiempo para explorarlo, tocarlo suavemente con la punta de sus dedos. Con el revés de su mano pasaba por cada rincón, como tratando de buscarle entre los pliegues el alma. Y por fin lo reconocía. Cuando su nariz tocaba su abdomen, él sabía que ya lo había encontrado y podían abrazarse para compartir su amor.

viernes, 8 de octubre de 2010

Amanda

Su madre eligió para ella aquel nombre al ver su carita por primera vez, cuando apareció sonriendo entre sus piernas. Contra todo pronóstico aquella niña no lloró al nacer. En agradecimiento por darle la vida dedicó a su madre y a la comadrona que la recibió, la más bella de las sonrisas. Luego se entregó al sueño durante las siguientes 24 horas. Nadie se atrevió a perturbarla, puesto que su sonrisa siguió dibujada durante el tiempo que se tomó para descansar de su largo viaje, algo que hacía presagiar cómo sería su existencia, que allí y en aquel momento, comenzaba.
 A pesar de que no lograba encontrar a quien acariciar con su mirada del color del mar, creía firmemente en el amor. Solía decir que existían muchos tipos, tantos como personas y momentos en sus vidas, tantos como encuentros o despedidas. Con un aplomo que le daba una credibilidad casi inhumana decía, sin dejar de sonreír: “Y el mío me está esperando, sólo que no se si en ésta o en otra vida, pero existe”.
Era entonces cuando la inundaba una extraña sensación mezcla entre júbilo y certezas que ni ella misma sabía de dónde procedía. Entonces, su voz brotaba para cantar sobre historias de amores llenos de caras, de etapas, de momentos, amores plenos o superficiales, amores pasajeros o eternos, casuales o premeditados, amores casi sin amor, sino por acompañarse, amores con pasión o sin chispa, ciegos  amores de amantes paralelos, amores silenciados, truncados y para adentro, o públicos amores a los vientos anunciados, amores oxidados o recién estrenados, amores por amar, amores, más amores y distintos tipos de amores.
Nadie sabe por qué siguió sonriendo en el momento de su muerte. Postrada, en el mismo lecho que la viera nacer y que nunca conoció el roce de los cuerpos de dos amantes, dijo: “Te seguiré buscando allá donde voy”.

Milagros

        En todos sus viajes cosechó cientos de fotografías. Sin embargo, en aquél su cámara captó sólo milagros… una mujer de cabellos largos que recogía un regalo y salía corriendo traspasando paredes, un niño que jugueteaba en el lago a veces sobre la superficie, a veces en las profundidades, nieve en las costas de su isla, niñas que mezclaban saltitos con pequeños vuelos…
        Poco a poco fue perfeccionando su capacidad para llegar a lugares lejanos y horas después estar de regreso. Nadie podía sospechar dónde ni con quiénes había estado, ni siquiera aquella enfermera que la atendía en el hospital psiquiátrico.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Doce horas contigo

    Amanece, mi cuerpo me dice, “Vete”, pero permanezco quieta, inmóvil, bebiendo la mañana en tu taza de té. Los grillos se han ido y en su lugar algún pájaro aletea y canta sin preocupaciones. A mi todo me dice: “Vete, vete…”, la brisa, el pájaro, el té. Pero no se ha cumplido aún el tiempo y no puedo marcharme. Cuando por fin el aire entra en la casa clausurada por la noche, miro el cielo. Está gris, como yo esta mañana.
     De repente, algo se desata y siento que puedo marcharme. Una palabra, una mirada o un gesto me han dado fuerzas, no estoy en casa. Las once de la mañana, cojo mis cosas y me despido, ya han pasado doce horas. Doce horas contigo.

martes, 5 de octubre de 2010

Caracolas

Anoche hice un regalo a mis caracolas. Las anudé con una cuerdita y las até a mi tobillo. Luego fui a la playa a pasear por su orilla.
Cuando miré, se habían soltado y flotaban entre la espuma. No me atreví a sujetarlas. Allí quedaron arrullándose con el vaivén de las olas.
        Me alejé y la brisa me susurró: “Gracias”

lunes, 4 de octubre de 2010

Mariana

         Esa mañana se levantó con una sensación que jamás había experimentado…
        Su mirada se dirigió involuntaria hacia la caracola que reposaba, algo olvidada, sobre la estantería.  Un día, su abuelo, la había encontrado atrapada entre sus redes y la guardó para ella. Siempre supo que le gustaría tener una, puesto que, por alguna extraña razón, los objetos marinos la acompañaban desde pequeña.
Por fin todo encajaba. Sus largos paseos por el malecón con la mirada perdida entre las olas, sus conversaciones con las gaviotas, su aversión por pescar o comer marisco y aquella forma de nadar, además de cierto gusto a sal en su piel.
En aquel momento lo decidió. Salió corriendo con la verdad latiendo en su pecho y la certeza aferrada a su pensamiento. Sin dudarlo se despidió en silencio de quienes la habían acompañado durante tantos años. Se dirigió al muelle y empujada por una suave brisa se precipitó de cabeza a la mar. Ahora volvía a su casa, por fin Mariana había recordado cual era su hogar.

sábado, 2 de octubre de 2010

Estatuas de cera

Sabían perfectamente cómo permanecer juntos sin despertar sospechas en el otro. Habían aprendido el arte de camuflar sus pasiones, de borrar todo indicio de interés. Sus ojos, repletos de curiosidad, se limitaban a robar furtivos un segundo de sus anatomías y cuando se cruzaban se disfrazaban de amistad. Sin embargo, si alguien hubiera podido fotografiarles por dentro, eran como estatuas de cera que se derretían lentamente cuando se tocaban.