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viernes, 18 de agosto de 2017

Bonita

     Nació bonita. Una bebe sonrosada, de cabellos rubios ligeramente ondulados. Fue creciendo con el arrullo de carantoñas y palabras lindas que exaltaban su hermosura. Y en verdad lo  era.

     La bebé se transformó en una nenita a quienes todos querían tocar. Sus mejillas eran el blanco de todos los pellizcos y llovían piruletas y helados de familiares y amigos. Se acostumbró a ser el centro de atención en todas las reuniones y a que todos sus deseos se materializaran al instante. 

     La nena se transformó en jovencita. En esta edad desplegó todos sus encantos, su larga melena le cubría la espalda y embelesaba a cuantos pasaban a su lado. Nunca le faltó ayuda, puesto que su sola presencia dejaba abobados a los jovencitos que la pretendían. 

     La jovencita se transformó en mujer. Se podía contemplar la plenitud de sus atributos. Mujer de caderas proporcionadas y pechos desafiantes. Su rubia cabellera ahora algo más corta brillaba radiante, suave, sedosa.  Era totalmente consciente de que todos y algunas soñaban con una noche entre sus piernas.

     La mujer se transformó en señora. Comenzaron a surcar su rostro unas marcas que no lograba aceptar. ¿Cómo era posible que su cara perdiera belleza? Le declaró la guerra a la comida y se encomendó a "San Bisturí". Siempre hay algo que retocar, ácido hialurónico por aquí, prótesis por allá, liposucciones, pigmentaciones... Las visitas a la clínica se convirtieron en una rutina más de su vida. Es el único lugar donde  siguen diciéndole que es una mujer muy atractiva.  

     Ahora en su nuca se enreda un moño del color del sol en el otoño. Cabellos  que ella se encarga de pintar cada 20 días en la soledad del baño de su casa. La señora pasea por delante de obras esperando que algún peón levante la vista y le regale un piropo, da igual que sea refinado o de lo más grosero, eso la llena de vida. La última operación tuvo la culpa. La señora no se transformó en anciana.