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jueves, 4 de julio de 2013

Mujer árbol



Nadie sabe cómo ni por qué sucedió. Lo cierto es que un día cogió sus tijeras de podar y mutiló sus propios brotes. Sus heridas comenzaron a sangrar por viejas cicatrices. Cuando reparó en los daños se asustó. Fue como salir de un sueño profundo. Esta vez hizo algo distinto. Se vistió de perseverancia y recogió despacito su propia savia, guardando cada gota de dolor. Cuando dejó de manar se la llevó a la vieja anciana de la aldea. Ella sabría qué hacer con todo  lo derramado. Mientras esperaba sus consejos miró el recipiente y su rostro se vio reflejado en el líquido extraído. En ese momento se juró a sí misma que esta sería la última vez.