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lunes, 22 de agosto de 2011

Sabina


Solía pasar por allí a menudo. Cuidaba su rebaño de cabras y lo subía a la Dehesa, lugar de pastoreo en épocas estivales, cuando llegaban las zafras de la miseria. Cada día se paraba delante de ella y se entretenía mirando los recovecos de sus maderas, curtidas por el sol y los alisios que allí soplaban con una ferocidad sin límites. Aquel día, cuando se acercó a ella para despedirse, tocó su tronco áspero y la escuchó por primera vez. Sabina le susurró su secreto y cayó agotada por el peso de tantos años guardándolo en su interior.

4 comentarios:

  1. Sabinas y secretos, siempre unidos...
    Abrazos sabinosos

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  2. Te quedó un relato muy sintoísta. Me gustó.

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  3. Y se derramó toda la cer...digo, la resina.
    En serio; es hermoso este micro. Debe ser más difícil guardar un secreto que liberarlo.

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  4. De pequeño me tocó hacer un trabajo sobre un árbol, y elegí la sabina. Tu relato me lo ha recordado. Estupendo.

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