Vagos recuerdos de pasados lejanos se agolpan en tu empolvada memoria, que consultas a través del cristal borroso de tus ojos blancos.
Los años te devolvieron la sonrisa, que se dibuja con surcos cada vez que la recuperas.
Tu casa acumula cansancios viejos y la cocina se empeña en revelar su identidad negra. Siempre florece el tizne de la madera consumida para alimentar nueve pequeñas bocas que correteaban haciéndose mayores.
El zurrón, olvidado, cuelga de una de las paredes y conversa sin prisa con el morral con el que hace años trabajaba hombro con hombro.
En las manos tu lanza, Taburiente fue tu hogar, aunque el trabajo esté hecho no quieres descansar. Obstinado, tenaz, sientes que tu vejez aún no ha llegado y porfías a tus hijos cada uno de tus 98 años. No son suficientes. Nunca son suficientes.
Pequeño homenaje a mi abuelo Toribio. Por su gran fuerza que le hace ser joven. 100 vidas no le alcanzarían para saciar sus ganas de vivir. Un abrazo y todo mi amor.