Su mirada se dirigió involuntaria hacia la caracola que reposaba, algo olvidada, sobre la estantería. Un día, su abuelo, la había encontrado atrapada entre sus redes y la guardó para ella. Siempre supo que le gustaría tener una, puesto que, por alguna extraña razón, los objetos marinos la acompañaban desde pequeña.
Por fin todo encajaba. Sus largos paseos por el malecón con la mirada perdida entre las olas, sus conversaciones con las gaviotas, su aversión por pescar o comer marisco y aquella forma de nadar, además de cierto gusto a sal en su piel.
En aquel momento lo decidió. Salió corriendo con la verdad latiendo en su pecho y la certeza aferrada a su pensamiento. Sin dudarlo se despidió en silencio de quienes la habían acompañado durante tantos años. Se dirigió al muelle y empujada por una suave brisa se precipitó de cabeza a la mar. Ahora volvía a su casa, por fin Mariana había recordado cual era su hogar.
Una suerte recordarlo! Quizá alguien la miro borrosa y vio una cola de sirena
ResponderEliminarAbrazos luna luneros cascabeleros con espumita de mar
Tu personaje tuvo la bendición especial de 'saberse' Es necesario conocer quien es uno en realidad para avanzar. ¡Hurra por la sirena!
ResponderEliminarUn abrazo
El camino de regreso a casa, hay veces que está escondido entre la maleza... o la espuma de mar.
ResponderEliminarBonito el regreso.
Un abrazo
Me alegra que os guste. Ojalá en la vida pudieramos tener las cosas tan claras como este personaje. Y la valentia para seguirlo, claro.
ResponderEliminarBesitos de mar.