Cuando la guerra terminó miró desconsolado a su alrededor. En tierra yacían, enredados en sangre, cientos de cuerpos. El enfrentamiento había llevado la muerte tanto al campo de batalla como a su interior. De todo aquello sólo supo extraer su habilidad para sobrevivir, aún cuando se había convertido en su propio verdugo...
Las guerras son siempre una chingadera de ricos en la que se mueren los pobres. Cuanto más intentan explicarlas y justificarlas, más asco me dan. No hay guerras buenas. Hay buenos negocios.
ResponderEliminarUn beso soñado, Anita.
Creo que así es siempre, con o sin guerra: el arte de sobrevivir, el propio verdugo dentro y el ánimo para hacerlo todo de nuevo. Y mejor.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Sobrevivir y reconstruir. Es lo que queda, mirar hacia el futuro.
ResponderEliminarSaludillos
Pero la Naturaleza y el ciclo de la vida es tan grande que, incluso de todo eso, si lo dejas tal cual, la Tierra se ocupará de convertirlo en abono y que crezca nueva vida.
ResponderEliminarHoy me levanté optimista.
Vivir y dejar vivir!!! Un beso a todos/as. Coincido con sus comentarios, y me gusta mucho lo que destilan.
ResponderEliminarA veces se olvida que el verdugo mata su corazón y muere en el momento en que mata a su victima. Con las guerras perdemos todos, recordando eso no habría campos de batalla, sino lugares de abrazos.
ResponderEliminarPropongo una guerra de abrazos!!!
ResponderEliminarEmpiezo yo ¡un abrazo!