Venía de muy lejos y de vivir muchas vidas. En aquella que ahora la ocupaba había elegido ser madre, algo que hasta ahora no había probado, pero que desde luego se le daba muy bien. Sus vidas de pintora y camionera, le ayudaron a introducirse en el mundo de la fantasía con su hija y su hijo.
También sería abogada, puesto que siempre detestó las injusticias, aquellas que había vivido en unas cien o doscientas vidas anteriores y que ahora le daban fuerza para luchar contra ellas.
En su vida de árbol experimentó tanto dolor, que decidió ser ecologista, militante y activista. Ya iba por la quinta o sexta vez que se encadenaba para impedir que asesinaran un bosque y construyeran un campo de golf.
Otra cosa que le pareció útil sería la mediación. No le gustaba leer un mundo formado por ganadores y perdedores, así que consiguió aplicarla no sólo a sus casos, sino en el camino de sus días.
Algo de lo que sus coetáneos disfrutaban, era de su capacidad de amar. Era como el rastro de un perfume, lo iba dejando por dónde pasaba y en quiénes tocaba o abrazaba con aquella cálida y cercana sensualidad.
Para premiarla por ésta y sus otras vidas, fue bendecida con energía incombustible, para criar a sus pequeños, amar a su poeta y compartir con sus amarillos/as.
Para Ana, para celebrar que nos encontramos en este trocito del Planeta y disfrutamos de nuestro Mundo Amarillo. Un abrazo, como no puede ser de otro modo, cálido, cercano y sincero.