Ignoro el número de veces que habré escuchado la expresión “la vida es un pañuelo”. Sin embargo, a mi no deja de atenazarme el miedo por surcar sus pliegues. Miedo que no tendría mayor relevancia si me conformara con este pedacito de mundo. Sería sencillo si me alcanzara, pero el temor se mezcla con curiosidad y me veo impulsada a salir fuera.
Cada día lo hago y lo cotidiano no le resta dificultad. Salgo de mi escondite y dejo que me contemples. Una sola de mis palabras o sonrisas hacen que me muestre ante ti aunque no lo percibas con la trascendencia que realmente tiene. A veces, como ahora, olvido el camino y quedo atrapada en las miles de cavernas laberínticas que me surcan el alma. Ahora más que nunca necesito luz.
Siempre y cuando no sirva para amordazar, el pañuelo tiene muchos usos...
ResponderEliminarSalu2 con sombrero quitado ante una dama.
'lo cotidiano no le resta dificultad' Terribles palabras para un micro cuyo personaje principal, que has sabido retratar muy bien, está desangelado. La última frase le da esperanza. Quien sabe qué necesita suele llegar a buen puerto.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludillos
Reflexión compleja
ResponderEliminarsurgida del fondo de un alma atribulada,
exquisita,
ha sido un placer leerte
FELIZ NAVIDAD
Muchísimo sentimiento impreso en este relato, intenso en su desasosiego y valiente en su fuerza. Un abrazo con un haz de luz que llegue hasta tu puerta.
ResponderEliminarMe alegra que les haya gustado, a ver si le llega toda vuestra luz a ese personaje que faltita tiene.
ResponderEliminarUn beso y mucha luz también para ustedes.
Muy sentido, si.
ResponderEliminarUn beso, Ana.
Anita, lucero mío!
ResponderEliminarA veces nos escondemos en los repliegues sin poder ver esa luz, pero está... y llega cuando la pedimos.
Un abrazo conmovido