Cada noche llegaba silenciosa. Cansada, tras una dura jornada se tumbaba a su lado y le miraba atentamente hasta que él interpretaba su gesto como una petición de caricias. Caricias que llegaban para cubrir cada parte de su cuerpo. En ese momento, ella se alegraba de que no supiera con quienes había pasado el día. Él había preparado la cena, la miraba sonriente y la acariciaba ¿Qué más podía pedir? Él la consideraba fiel por el hecho de volver a su cama cada noche, desconociendo cuantos la habían acariciado ya durante la mañana y la tarde. Era entonces cuando él apagaba la luz y le decía: "Hasta mañana" a lo que ella contestaba con un suave "Miau" y se dormían.
Jajaja, no he podido evitar reir...
ResponderEliminarMiauuu
Que bueno Su!!! Un besito con carcajada.
ResponderEliminarJajaja, qué risa!!! es que es un relato tan mimoso... si no te importa se lo comparto a mi hermana, apasionada de los felinos.
ResponderEliminarAbrazos
jeje menuda gatita.
ResponderEliminarMuy bueno. Me ha sorprendido esa vuelta final.
ResponderEliminarBesos, Ana
La sorpresa se la va a llevar el día que encuentre un puñado de gatitos sobre la cama al volver del trabajo, jeje.
ResponderEliminarUn MIAU para Anita, Cybrghost, Torcuato y Montse.
ResponderEliminarJa!
ResponderEliminarGenial.
Eso.
Saludos
Gracias Escritor. Saludos para tí también.
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