- Uf, ¿Quién se lo dice?
¿Tú?
- ¿Yoooo? Ni hablar, ya
sabes cómo se pone.
- Pues yo se lo dije
ayer, no es justo.
- Venga hombre, tú tienes
más tacto.
- Que va, no me vengas
con esas ahora, que con ese cuentito me la cargo yo siempre.
- Pues yo no me atrevo,
que tengo las espinillas llenas de moratones.
Pasan
dos horas…
-Venga ya hombre, que ya es muy tarde, habrá que decírselo.
- ¿Tú crees? ¿Y si
dejamos que se duerma y así no tenemos que decírselo?
- Todos los días nos pasa
lo mismo. ¡Ya no lo soporto más, se lo diré yo!
Se
acerca con sigilo. Con las manos entrelazadas sobre el pecho y la espalda algo encorvada le dice muy bajito…
- Cariño mío, es la una
de la madrugada, mañana tienes cole, vamos a apagar la tele para que te
acuestes.